La última vez que visité al viejo felpudo, traía puestas las mismas letras de siempre "Welcome". Le gustaba que lo llamaran así. Traía más polvo que nunca y parecía que su pelaje café-rojizo, rebosaba el límite de lo polvoriento. Tenía polvo de todos lados, él ya era un experto y podía reconocer cualquiera fuese su procedencia. Aún quedaban restos de barro en una esquina, de aquel día lluvioso en el que mi hermano me pregunto que pasaría si en vez de comer en platos lo hiciéramos en cajas. "¿A quien le toca lavar las cajas?", diríamos. También veía un trozo de rama incrustada en la letra E final, de aquel comerciante que una vez fue a parar ahí. Vendía latas que contenían lo infinito y faisanes dorados buenos para la digestión si se había comido 3 panquecas de queso de jirafa.
Lo importante es que el vestíbulo ya no estaba pintado con acuarela sino que el aire había dejado un color afranelado y un olor a catalejo de capitán Astrohúngaro. Las especies sobran cuando se sabe saltar dos veces antes de tocar el suelo.
diciembre 19, 2005
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3 comentarios:
¿y como se reproducen los felpudos con tufo acaramelado?
No cacho, pero parece que tienen un ritual de apareamiento parecido al de las esponjas marinas con dislexia terminal. Ahora estan en veda.
Y después estarán en novedad.
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